miércoles, agosto 30, 2006

Eutanasia Sentimental I


(....) Hacía tiempo que lo sospechaba, era una idea tonta que le rondaba, que se marchaba con la misma rapidez con la que llegaba, pero que de vez en cuando volvía a su cabeza.
Siempre quiso pensar que se equivocaba, que era su imaginación, pero había algo dentro de sí misma que se lo advertía aunque ella prefiriera mirar a otro lado.

Tras una noche loca de acordes electrónicos, brindis transcendentales y conversaciones superfluas, sus cuerpos se buscaron como dos imanes, siendo imposible el resistirse a la fuerza de la atracción que ambos desprendían. Sin muchos preámbulos terminaron compartiendo cama en el primer hostal que encontraron en su atropellado camino de vuelta. Ésta no era la primera vez que los dos amigos terminaban una inocente cena en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. Las paredes, vacías de todo adorno, y la cama sencilla, sobre la que dejaron caer sus cuerpos, fueron testigos de sus risas, caricias, gemidos y confidencias.
Cuando Alma despertó horas más tarde, notó un dedo que se abría camino en su brazo desnudo en forma de caricia. No había abierto los ojos todavía pero no le hizo falta para saber, que la cara de él estaba próxima a la suya, ya que podía sentir su pausado aliento sobre su rostro. Entreabrió los párpados y pudo verlo con la mirada fija en ella.
Era una mirada inquisitiva que se clavaba en su piel intentando traspasarla, queriendo llegar a lo más profundo de su ser, y por un momento, se sintió espiada. Le invadió una sensación de desnudez y de pudor que iba más allá de lo físico. A pesar de los escasos centímetros que los separaban, ella intuyó que él estaba lejos, en un lugar profundo, secreto y oscuro, inaccesible a ella. Sonrió sobresaltado al salir de su ensoñación, y le dió los buenos días de un modo alegre. Alma sintió una tremenda desazón de súbito, e incapaz de contestarle, sólo pudo girar su cuerpo fijando su mirada en la blanca pared. Aunque él intentase disimular lo sucedido con su parloteo superficial y alegre, Alma acababa de confirmar todas sus sospechas.
En ese instante quiso huir: huir de esas cuatro paredes desnudas; huir lejos, salir corriendo de allí sin mirar atrás; huir de esa mirada, de las preguntas y de las explicaciones, pero sabía que no era posible. Cuando notó los dedos de él enredándose en su pelo, un escalofrío le rompió el cuerpo en dos y la boca del estómago se le cerró de golpe. No era una sensación agradable, nada que ver con las mariposas que los cuentos dicen que notas en la tripa, sino era más bien una sensación cercana al pánico. Ya no había nada que hacer, ya no había ningún tipo de duda. Aquello que había comenzado como juego se le había ido de las manos, y ahora tenía que asumir las consecuencias.
Sólo amigos, sólo sexo, repetía su mente. Se odió a sí misma, y más lo odió a él, por incumplir las reglas pactadas. Ambos lo habían hablado claro desde el principio, pero ahora había cambiado todo. Esa mañana ella vió algo más en sus ojos. Él estaba envenenado y ella no tenía el antídoto con el que curarlo. Ya no había marcha atrás. En los juegos de adultos cuando no se gana, las pérdidas son tremendamente dolorosas.
Ella estaba preocupada, no por sí misma, si no por su amigo. Estaba segura que saldría indemne de esa situación, con alguna magulladura sin importancia como mucho, pero era consciente de que él estaba condenado a bajar a los infiernos.
Era el momento de tomar una dura decisión. (...)
Serie ESPACIOS VACÍOS.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Esperaré a la segunda parte, pero de momento me parece muy interesante.