miércoles, mayo 13, 2009

Relaciones tóxicas


Vivió su infancia en una torre de marfil, ajena a los horrores del mundo, ignorando la existencia de la decrepitud y de los olores nauseabundos que se escapan por los desagües de cualquier vida por acomodada que ésta sea. Cualquier psicoanalista diría que ésta fue la causa de que cuando llegó a la adolescencia se volviera loca por los chicos malos. La maldad es un término relativo, sobretodo a esas edades, pudiendo oscilar entre la rebeldía y la estupidez.
Relativo hasta que llegó él, maldad pura directa a la vena diluida en sangre y cocaína. Agarrada a su mano se adentró en las profundidades de la noche, conociendo sus sombras y saboreando los vértices del vicio y la locura. Aunque le prefería limpio con la mente lúcida y la sonrisa transparente tampoco se podía negar a él cuando venía envuelto en nieve y humo, obsceno y malencarado.
Ella jugó con fuego y tardaron en cicatrizar las quemaduras tras ese irreparable día en el que él la saco de su vida arrastrándola del pelo mientras escupía veneno por su boca.

Muchos años después, casualidades, se lo encontraría. Ella caminaba con paso firme y él se resguardaba en una portería. No le costó reconocerlo, pero no era él. Era un fantasma de quien ella recordaba, rostro cadavérico y piel tatuada. En sus ojos se intuía la sombra de un largo encierro.
El nombre de ella sonó a humo en su voz desgastada. Ella, sin quererlo aminoró el paso pero no se detuvo.
Volvió a sonar su nombre, esta vez sin interrogantes. No le fue difícil mirar para otro lado y decirle que no le conocía de nada. Su aliento sonaba a súplica, y ella finalmente se giró, no te conozco, no me gusta la mierda ni para pisarla.
Zorra.
A pesar del desgaste y del sufrimiento él mantenía esa mirada magnética que como un imán le había arrastrado en tantas ocasiones. Ella sonrió, no parecía enfadada. En ese breve instante él fantaseó con la piedad que suscitan los imposibles, esa piedad que desemboca en la última voluntad que se concede a un reo antes de morir. Él recordó involuntariamente el sabor dulce de la chica que conoció.
Zorra no. Hija de puta. Pero eso sólo te lo debo a ti.

Ella se giró sobre sus talones y con paso firme no volvió a mirar a su pasado. Sintió un resabor amargo en su paladar. Cuando el agua me mezcla con la suciedad se corrompe y nunca más vuelve a ser pura.

Texto: Ilsa Grant serie Espacios Vacíos.
Imagen: Bruce Davidson
BSO:
http://www.goear.com/listen/2167682/lucha-de-gigantes-nacha-pop

** Ayer me cayó un lágrima por Antonio Vega. Un día raro, sin duda... espero que descanse.

lunes, mayo 11, 2009

PROPORCIONES AUREAS


Querido diario,

Hoy nuestro Adonis nos ha abandonado.

Era algo que ya habíamos comentado en alguna ocasión, pero no por ello resulta menos desalentador. La esperanza siempre siembra en nuestra vida de ilusión y mantiene la espera de lo imposible y de lo que no ha de llegar. Si ningún ser humano es inmune a ello yo lo soy menos, él más mortal y terrenal de todos los que me rodean.

Mariví al enterarse ha convocado una reunión de claustro, y ha venido el equipo de crisis en pleno a animarme la velada. Yo hubiera preferido vivir mi primera noche de luto marital en solitario pero me han dejado opción alguna. Al menos han venido acompañados de un maravilloso Ribera del Duero, que nos ha ayudado a ahogar las penas de un modo sofisticado. Mariví se ha despachado a gusto con mi niño, tachándolo de caprichoso y de interesado. No se lo tengo en cuenta, es su cariño por mí el que le ha motivado, aunque ha estado excesiva en sus comentarios. Ha habido un momento en el que he tenido que salir en su defensa. Mis amigos me han mirado incrédulos, creo que por un momento han sentido pena de mí. Déjalos que piensen lo que quieran.

Se ha ido sin decir nada, sin una palabra de despedida ni un beso, ni esa última mirada que uno guarda para el recuerdo. Eso es lo único que puedo reprocharle, la cobardía de su huída. No creo merecer ese trato.

Por el resto, no he sido mejor que él en esta historia condenada a extinguirse antes de empezar. Él ha disfrutado de mi trato complaciente y de mis regalos, sin duda, pero yo he sido tan egoísta con él como él lo ha sido conmigo. Yo he sido generoso con sus caprichos pero él a cambio me ha regalado su juventud, su alegría, su rostro cincelado, su cuerpo esbelto y perfecto. Voy a echar en falta su belleza dolorosa, como la de esas esculturas griegas que tanto adoro. Que equivocados están mis amigos querido diario, tú y yo lo sabemos. ¿Soy yo mejor que él que se entregó por disfrutar de mi estilo de vida y mi dinero? ¿Acaso hubiera yo compartido algo mío con él si hubiera sido feo, mediocre o viejo? Nunca se ha de olvidar que si nada es eterno, la belleza y la juventud son los regalos más volátiles y etéreos que hay en esta vida hay que disfrutarlos mientras se posan a tu lado y luego dejarlos libres de nuevo.

Es un dolor momentáneo el que siento, no es amor, no había cimientos para ello. Sólo puro capricho, fatuo deseo. Mañana me levantaré con una bonita resaca por los viejos tiempos, decepcionado por ver mi cama vacía y alegre por saber que tengo unos amigos que son una familia.

Si algo tiene de bueno el hacerse viejo es hacer que uno disfrute más del vuelo y se preocupe menos de la caída.

Texto: Ilsa Grant
Imagen: Celta Moribundo (autor desconocido)


Lord Byron escibió sobre esta escultura:

"Veo ante mí al gladiador yacente: se apoya en su mano;
su ceño virilacepta la muerte, pero vence a la agonía,
su inclinada cabeza se hunde poco a poco, y,
a través de su costado, las últimas gotas,
fluyendo lentamente de la roja llaga, caen pesadas, una a una,
como al comienzo de una tormenta".

viernes, mayo 08, 2009

Alicia - El encuentro




Mis defensas todavía estaban alerta, aunque con el paso de las horas amenazaban con olvidar todo lo sucedido y recapitular para disfrutar plenamente de la encendida conversación que los dos estábamos manteniendo. De repente su cara se ensombreció, como si una nube gris hubiera pasado por delante de sus ojos, moderó su voy y acomodándose en su sillón me sugirió que quizás era hora de irnos. Este cambio brusco en su actitud me desconcertó al tiempo me que puso los pies sobre la tierra de golpe. ¿En qué estaba pensando? ¿Qué pensaba que iba a suceder? Serás idiota, pensé.
Tras pagar las copas, sin permitir que yo le invitara, caminábamos por la calle cuando se ofreció a llevarme en coche a casa. Denegué la invitación ya que no me sentía cómoda en esa nueva situación y no estaba con ánimos de tener que hablar de trivialidades para completar el camino de vuelta a casa. Necesitaba alejarme de su presencia para poder relajarme y comprender lo que había sucedido. Unos pasos más adelante se detuvo al tiempo que señalaba su coche. Yo me acerqué con intención de despedirme y de salir apresuradamente en dirección contraria, pero no fue hasta ese momento que vi las luces del tren que se acercaba a mí velozmente dispuesto a arrollarme, en el mismo instante en que sin mediar palabra alguna él me agarró del cuello y la cintura y llevó mi cuerpo junto al suyo. Por un momento me quedé helada e inmóvil, segundos que él aprovechó para besarme de un modo intenso y algo violento. Mi primera reacción fue apartarle y él separó su cara lo suficiente para que sus ojos se clavaran en los míos como un cuchillo haciendo que todo mi cuerpo temblara. Acerté a increparle indignada, y creo que llegué a insultarle aunque mi gesto no le amedrentó en absoluto. Chisteó poniéndome un dedo sobre mi boca y aunque mi mente me gritaba para que bajase la barrera para evitar que el tren nos arrollara, mi cuerpo era incapaz de moverse ni mi boca de emitir sonido alguno mientras él recorría mi cuello con su boca.
Cuando me llevó contra la pared, me sabía perdida, mientras intercambiábamos nuestras salivas sin conseguir ninguno que el otro dejase de estar sediento. Sus manos registraban mi cuerpo buscando los resortes con los que lograr un gemido aprobatorio. Otra nube gris, pensé, cuando él se separó bruscamente de mí y me tendió la mano. Seguía sin confiar en él, cada célula de mi cuerpo lo sabía, pero no dudé en ningún momento en extender la mía y seguirle como una dócil presa.

No comprendí porqué me llevó a un hotel de cuatro estrellas sabiendo que su piso no debía de quedar lejos de allí. Cuando le pregunté me dijo con voz serena y firme que no me preocupara, que aunque yo lo ignoraba, él sabía lo que a mí me gustaba. Y sin admitir más réplica me llevó hasta la recepción y me hizo que me sentara mientras él se acercaba en el mostrador. Allí sentada mirando a mi alrededor volví a reparar en mis Converse rojas y algo desgastadas que contrastaban de un modo chillón con el suelo de reluciente mármol. Por un momento pensé en levantarme y decirle que todo esto era un error. ¿Qué hacía yo en un lugar como ése junto con un hombre que hasta un par de horas antes consideraba un esnob redomado? Pero mis defensas ya habían claudicado y dormían adormecidas en algún rincón de mi ser y mi excitación doblegaba a mi pensamiento que apenas oponía resistencia difuminándose por momentos. Me levanté cuando llegó a mi lado y volvió a darme la mano casi con un gesto paternal lo que hizo que sintiera un escalofrío por toda la espalda. Me condujo hasta el ascensor y una vez las puertas se cerraron sus manos me aprisionaron sin previo aviso, una apretando fuerte a la mía que le agarraba y la otra directa a mi entrepierna.

La puerta se cerró tras nosotros, convertidos ya en una maraña de brazos y piernas que se entremezclaban sin orden previo. Mi corazón latía sin descanso de tal modo que parecía que no iba a dar abasto a suministrar sangre a todas las partes de mi cuerpo. Me separó lentamente, pidiéndome calma. Por un momento me sentí desconcertada pero al ver su sonrisa tuve la certeza de que estaba jugando y el juego no había hecho más que comenzar.


(PARA LOS QUE VIENEN DEL FOTOLOG EL RELATO SIGUE AQUÍ...)


La luz de la lámpara de pie iluminaba tenue toda la estancia, él con sus movimientos iba marcándome los pasos. Cogió mi bolso y me quitó lentamente la chaqueta. Yo hice lo propio con la suya, pero al intentar desabrochar un botón de su camisa cogió mi manos entre las suyas, con suavidad pero con firmeza y me hizo un gesto negativo. Yo mando. Mientras nos besábamos paso la mano por mi pelo y deshizo la coleta en la que lo tenía recogido. Entrelazó sus dedos entre mi pelo y con gesto firme me movía la cabeza para acercarla a sus labios o separarlos a su antojo mientras que con la otra mano inspeccionaba mi cuerpo palmo a palmo por encima de la ropa.
Tocaron a la puerta y me sobresalté. No te preocupes, mientras yo abro, quítate las zapatillas y los calcetines. Pero sólo eso.
En ése momento me acordé de nuevo de las zapatillas. Putas Converse, pensé.
Volvió con una botella de cava y una copa, la otra la había dejado boca a bajo en la entrada. No hacía falta pensar demasiado para entender que aquello no era una cita romántica y que no pretendía brindar conmigo. Sirvió el cava, bebió un trago y sin ofrecerme dejó la copa a un lado y volvió a acercarse a mí. Mírame a los ojos. Me fue desnudando poco a poco y si mi mirada caía al suelo o se perdía en algún rincón de la habitación dejándose llevar por sus caricias él de inmediato me levantaba la barbilla y me ordenaba que le mirase. Tan sólo unas braguitas salvaban a mi cuerpo de la total desnudez cuando me hizo tumbarme sobre la cama. Mírame. A los ojos. Sólo hablaba para ordenarme con voz templada, mientras con su mirada fija se quitaba la camisa, los zapatos y los calcetines.

Así me abordó con violencia, disfrutando de mis inútiles movimientos para zafarme de él. Pórtate bien, me decía al oído mientras intercalaba besos y mordiscos por mi cuello y por mi pecho. Con sus manos agarraba las mías y sus piernas hacían presión para inmovilizarme. Yo mientras tanto me quejaba de un modo poco convincente. De su bolsillo sacó algo que no pude reconocer hasta que lo tuve entrelazando mis muñecas. Con una habilidad espasmosa ató mis manos con su corbata al cabezal de la cama. El efecto de los gin tonics y la excitación me nublaban la mente pero cuando me vi atada mientras él se levantaba y terminaba de desnudarse sin dejar de mirarme a los ojos, intentando inspeccionar mi alma, intentando descubrir lo que estaba pensando en ese momento, fue entonces cuando tuve la certeza de que sabía más de mi pasado de lo que yo hubiera podido imaginar.
¿cómo coño sabes..?
No hables, no lo estropees. Ya te lo he dicho, sé lo que te gusta. De cómo me he enterado ya da igual...

No sé cuanto tiempo estuve atada ni como consiguió que perdiese la noción del tiempo. Jugaba conmigo hasta llevarme al límite pero siempre paraba antes de que llegase al o
rgasmo. Entonces se separaba de mí, se levantaba y me daba un par de tragos de cava levantándome la cabeza para que bebiera y me acercaba el cigarro para que le diese un par de caladas, y en cuanto mi respiración se tranquilizaba volvía a mí, para jugar conmigo y hacerme sufrir hasta el deliete. Luego volvía parar, hasta que me calmaba para volver a empezar de nuevo. Cada vez que paraba yo me retorcía y el disfrutaba viendo mi ansiedad, mis ganas y mi desesperación. Aprovechaba mi indefensión para disfrutar con mi boca o con cualquier otra parte de mi cuerpo. No sé cuanto tiempo había transcurrido pero yo ya estaba al borde del agotamiento, cuando se tumbó sobre mí me desató y sin previo aviso me penetró de un modo definitivo.
Mis uñas se clavaron en su espalda, y no sé como no vinieron a llamarnos la atención, porque estoy segura de que mis gritos se oyeron en las habitaciones contiguas.
Lo siguiente que recuerdo fue un plácido sueño.

A la mañana siguiente al despertar me encontré sola en la cama revuelta. Recuerdo la indignación que sentí al darme cuenta que se había ido sin decirme nada, dejándome tirada en esa habitación de hotel. Entonces vi su nota escrita sobre la mesilla.
“He tenido que marcharme, un imprevisto. Puedes pedir que te traigan el desayuno, está pagado. Nos vemos, pronto. Un beso”
Él siempre que daba un azote lo suavizaba después con un beso, era su manera de actuar, pero eso lo aprendería más adelante.

Texto: Ilsa Grant – Fragmento de “Alicia Encadenada”
Imagen: Bill Brant
BSO: http://www.goear.com/listen/4dc879b/Last-tango-in-paris-Gotan-Project


domingo, octubre 05, 2008

Alfas, Betas, y otras especies

Julián se acercó a la barra del fondo, nadando contracorriente entre el tumulto que llenaba el bar. La música machacona retumbaba por todos los rincones mientras las ordas adolescentes se movían a su son.
Cuando por fin logró alcanzar su objetivo se atrincheró en una esquina donde había un hueco donde poder disfrutar de nuevo de un mínimo espacio vital sin ser invadido.
- Un gin tonic de Bombay Saphir.
El camarero con su camiseta ajustada de Dolce&Gabanna blanca asintió mientras le mostraba una blanca sonrisa blanca. Su cuerpo sin ser excesivamente musculoso rellenaba a la perfección la camiseta y los vaqueros que eran una marca irreconocible para él, pero que tenían pinta de ser bastante caros. El pelo engominado surcaba senderos a ambos lados en un estudiado despeinado. Julián revisó su indumentaria mucho más informal y descuidada y ratificó su sensación de estar fuera de lugar. Él odiaba este tipo de bares fashion de medio pelo donde la música es horrible, todos los tíos parecen metrosexuales de clase media baja y las chicas aspirantes Victoria Beckham con tacones rojos a conjunto del bolso, la mayoría de ellos comprados en el mercadillo, todos en una actitud constante de búsqueda de acercamiento físico. Por que él prefería los bares más independientes tirando a cutres evitaba esa clase de locales siempre que podía pero era el cumpleaños de Keko y a petición del homenajeado, vamos a un garito con tías buenas, esa noche no cabía la discusión.
- Aquí tienes. 7 euros. – le dijo el camarero mientras le observaba de un modo rápido mientras el sacaba el dinero- Andy, me salgo diez minutos. Pásate a este lado..
El camarero de la sonrisa perfecta tras cobrarle se sentó sobre una de las cámaras mientras él seguía apoyado sobre la barra observando a sus amigos. Fran se había perdido y Keko y los otros dos estaban debajo de la tarima babeando viendo bailar a la go-gó, una preciosa rubia apenas vestida con un corsé rosa unas bragas minúsculas y un liguero blanco con medias a conjunto.
- No vas con tus amigos – le preguntó el camarero mientras se abría un tercio.
- Bueno, creo que mejor les espero aquí. Ya hay bastantes babas alrededor de la tarima con la que desprenden mis colegas
- Vaya, creo que eres de los pocos tíos que hay aquí que no mira a Diana.
- ¿Diana?
- La go-gó.
- Ahh... puede ser... no sé, tampoco me he fijado mucho.
- Pues eso digo, que es raro.
- ¿Raro?
- Si, raro.
- Bueno... no sé... – dijo algo aturullado – tú tampoco la miras.
- Ya – contestó con una sonrisa de medio lado y mirándole a los ojos. – pero yo soy gay . ¿y tú?
- ¿Yo?... yo no.

Julián por un momento notó que se sonrojaba. ¿Por qué coño tenía la gente que dar por supuesto que era gay por no que no le llamase la atención una tía en ropa interior contoneándose delante de un montón de hombres en actitud de machos cabríos en celo? Todo eso lo pensó pero no le hizo falta decirlo porque su cara le traicionó.
- Tío, no te cabrees. Era sólo una pregunta. No sé, me ha parecido curioso simplemente. No se ven muchos tíos heteros que no les guste Diana bailando, simplemente.
- A ver, si la chica está bien pero que, no es mi tipo.
- ¿Qué esa tía no es tu tipo? – dijo riéndose ante la mirada endurecida de Julián
- Perdona tío , no quería reirme, pero es que me parece raro. ¿Tú la has visto bien?
- Hostias, claro, pero si es muy guapa... quiero decir ... que está muy buena. Que vamos, que si me la ponen delante no iba a decir que no. Coño, no soy idiota. Pero digo que seguramente vestida de otra manera, si fuera de otro estilo, con esa cara y ese cuerpo vamos que si que me encantaría.
- Ajá. Si fuera más modosita.
- No, tampoco eso. Que va. Pero seguro que esa chica me gustaría más con unos vaqueros y una camiseta que ahí arriba meneando el culo vestida a lo conejita playboy.
- Juas. Que mal lo tienes, hetero y romántico. – dijo mientras se encendía un cigarro y le ofrecía otro a él – Tienes el tema jodido. Aquí esta noche tengo yo muchas más posibilidades que tú en irme acompañado a caso. Y mira que aquí hay poquísimo ambiente.
- Lo sé. – contestó mientras se encendía el cigarro – De todos modos no es cuestión de romántico. Joder a mí me gustan las tías guapas, bueno, más que guapas que a mi me parezcan atractivas. No sé pero que tengan algo, que sean inteligentes, que no sean unas pavas ni unas pijas. Que tengan algo en común conmigo y que me aburra como una ostra al quedar con ellas para algo que no sea llevármelas al catre.
- Vale, vale, vale... pero tú lo pides todo.
- Y encima esas tías especiales que me gustan pierden el culo por tíos como los primates de mis amigos, machos alfa peleándose por una tía con las tetas grandes bailando en plan guarrona. Como ella... – dijo señalando a la gogó.
- Perdona, pero Maite...
- ¿Quién es Maite?
- Maite es Diana, la gogó. Es su nombre de verdad.
- Ahh.
- Maite ahí donde la ves bailando como una guarrona que tú dices, estudió danza en el conservatorio durante no sé cuantos años, y ha terminado una carrera en la universidad. Sociología creo, y ahora está haciendo un master. Trabaja aquí y se lo paga ella con lo que saca. Y además es una tía de puta madre, supercariñosa y diviertídísima, es amiga mía y ya te gustaría a ti estar con una mujer así.
- Perdona, no quería ofenderte. Era un decir.
- Ya...
- En serio. Que no iba por ella en concreto era por las tías en general que he conocido en sitios como este. Si es que yo, no sé ni lo que hago aquí. De todos modos, ¿sabes? Diana sigue sin gustarme mucho, pero Maite ... con lo que me has contado, bueno, ya me parece otra cosa.
- Lo sé. Pero que sepas no tienes nada que hacer con ella- puntualizó con un tono de sacarsmo – Mi descanso se acaba. Tengo que ponerme a trabajar.
- Si, y yo mejor me voy a dormir o a leer un rato a Capote. Y perdona por lo de tu amiga.
El camarero levantó la mano con un gesto que parecía restarle importancia la situación. Julián se acercó a sus amigos para despedirse y desatendiendo a sus súplicas de que no se fuera. Volvió a luchar contracorriente hacia la salida al mismo tiempo que la gogó bajó de su tarima para acercarse a la barra sorteando el acoso de algunos varones por el camino.
- Cielo, ponme un ron preparado.
- Marchando.
- ¿Qué? Te he visto hablando con tío un buen rato. ¿Ya has ligado?
- Que vá. Era hetero.
- Ah.
- Eso sí, un poco raro.
- ¿Si? – Dijo ella mientras daba un sorbo
- Si, un poco friki, no sé que historia me ha contado de que no le gustaban las gogós pero si las tías guapas que le hablan, que no sabía que hacía aquí y que se iba a leer a Capone.
- ¿A Capone? Querrás decir Capote.
- Eso.
- Que bruto eres
- ¿Quién es Capote?
- Un escritor muy bueno. A mi me gusta mucho.
- Pues ése.
- Y lee Capote.. – Dijo ella mientras daba otro sorbo y hacía caso omiso a la mirada de un borracho que tenía justo al lado de ella – Y es atractivo ese chico, ¿no?
- No sé – dijo el camarero con gesto despectivo.
- Venga, si te lo comías con la mirada.
- Digamos que no estaba mal.
- Vaya... pues que lástima. Tenía pinta interesante... aunque aquí ya se sabe lo que hay... .- Hablaba mientras hacían un barrido a su alrededor y cogiendo aire pensando en la noche que le esperaba. - Voy al baño. Guárdame la copa que ahora vuelvo.
Medio minuto después de marcharse Maite al aseo el camarero al darse la vuelta vio a Julián al otro lado de la barra.
- ¿Pero no te ibas a dormir?
- Se me había olvidado la chaqueta. Pero ya me voy.
- Pues me parece que no te vas. Espérate que voy a ponerte una copa. A esta invito yo.
- Yo, perdona, pero no...
- Cállate y hazme caso. Por lo que me dices tú lo tienes que tener muy complicado con las mujeres, se te nota en la cara. Así que aunque te parezca una locura tú hazme caso. Así que siéntate, tómate la copa y no la cagues. Me parece que hoy va a ser tu noche de suerte.


Texto: Ilsa Grant
Imagen: Jeff Koons
BSO: The Smiths “This Charming Man”

http://www.youtube.com/watch?v=kGnjrTkv1gs

REMORDIMIENTOS


Son las tres de la mañana y al mirarse al espejo lo ve todo negro. Su cara se ha convertido en una caricatura que pretende asemejarse a un cuadro de El Greco, con su cara lánguida y esas dos sombras negras abrazando sus ojos. Y es que Ricardo no puede dormir.Las noches se han convertido en un pasar lento del segundero, en una montaña de minutos eternos sin descanso y con el lastre del cansancio

Hasta el último momento se ha negado a recurrir a los remedios que le ofrece la industria farmacéutica pero esta noche, al borde de la desesperación, se plantea que sólo existen dos posibilidades ante su grave problema: los somníferos o el alcohol, y piensa con ironía que puesto a volverse un adicto mejor hacerlo a algo que tenga el beneplácito de su médico. Últimamente recurre mucho a la ironía ya que apenas le quedan unos resquicios de ese gran sentido del humor que siempre le ha caracterizado hasta en los peores momentos.Desde hace algunos meses una sensación de desasosiego permanente se ha hecho dueña de su vida, una inquietud dolorosa que le aprieta el pecho y que le acompaña casi a todas horas como una fiel sombra. Hace un año solamente su vida era tan sencilla, tan plácida que le cuesta pensar que no fue un sueño.


Se sienta frente al televisor mientras hace un zapping inquieto entre reposiciones de series de los noventa y tele-tiendas a la caza y captura de una víctima incauta con su tarjeta de crédito a mano. Se aprovechan de nuestro cansancio para que caigamos y les compremos. Serán cabrones, dice para sí mismo mientras deja caer el mando sobre el sofá. No puede evitar que le venga Lola a la cabeza y le entran unas ganas terribles de llorar. Respira hondo Ricardo, respira hondo. De mañana no pasa el hablar con ella, no queda más remedio, pero no encuentra las fuerzas para enfrentarse a ella aunque tiene claro que Lola sabe lo que va a suceder. Son muchos años juntos y le conoce bien. El dolor en el pecho es cada vez más fuerte, sabe que no es un infarto eso ya se lo dijo el médico es la puta ansiedad, que no te mata pero joder, cómo duele. Lola, con todo lo que hemos pasado juntos… Es incapaz de moverse el corazón le va a mil. Con Natalie y con Pep fue diferente, con ellos fue menos tiempo, son más jóvenes y tienen mil oportunidades por delante, pero Lola… la pobre Lola, ¿qué va hacer ella sola y ahora que su hijo se ha ido a cientos de kilómetros de distancia a estudiar?


Su mujer acaba de aparecer por el dintel de la puerta con cara de sueño y el camisón arrugado.

¿Sigues dándole vueltas a lo de Lola?

Ricardo es incapaz de hablar.

No queda más remedio, y lo sabes.

Asiente.

Pero quizás, a veces pienso, que quizás si no hubiera comprado el coche, si hubiera aguantado más tiempo y no hubiera…

Déjalo. No le des más vueltas, lo hemos hablado mil veces y no queda más remedio.

Lo sé, pero es tan duro… y si…

Ricardo, sólo te falta hipotecar tus calzoncillos.

Ella le abraza y por fin una lágrima rebelde sale de los ojos de él mientras acierta a decir, espérame en la cama que ya voy.


Se vuelve a mirar en el espejo antes de entrar en la cama, y vuelve a ver el mismo rostro demacrado. Y yo me pregunto, ¿habrá llorado alguna vez Botín al despedir a alguien? Y mañana saldrá el ministro de trabajo y dirá cientos de miles de parados, y bla bla bla. Y el de enfrente diciendo que son unos incompetentes, y más bla bla bla. Joder, ya les podía dar a ellos la ansiedad, digo yo, o a Bush, tampoco estaría mal. Y mientras se arrastra hasta la cama sabe que vendrán tiempos mejores, tiempos en los que volver a ir a pescar los domingos tranquilamente, porque todo pasa en esta vida, y que surgirán nuevas oportunidades y volverá la calma pero mientras que eso llega el futuro es desalentador. Mañana Lola se irá al paro con 54 años y un futuro incierto y él no va a poder dormir en mucho tiempo por culpa del remordimiento.



Texto: Ilsa Grant

Imagen: Pierre Gonnord

BSO: Pet Shop Boys “You are always in my mind”

miércoles, noviembre 01, 2006

Escapadas

(...)Empieza por vivir aquí en el presente, es tu sitio y además no está tan mal. Nadie mejor que tú podrá decidir cambiar, nadie mejor que tú para encontrar otra realidad. Nadie mejor que tú sabrá cuál es la verdad, nadie mejor que tú para inventar la felicidad.
FANGORIA- Nadie mejor que tú

A veces sólo pretendo huir
escapar de este mundo por una ventana imaginaria
acompañar a Alicia en su viaje através del espejo.
Quiero vivir en un mundo de ilusiones
de colores inusitados
de olores y sabores exóticos,
de placeres sensuales
de alegría y de desenfreno.
Otras veces, en cambio, recuerdo
que no sirve de nada mirar hacia otro lado
que los paraísos imaginarios
se acaban convirtiendo en cárceles improvisadas de nuestra mente
y que, a pesar de mis temores,
puede que Oz no quede tan lejos.
Allí nos vemos...

SERIE La vida en un instante.
Fotografía de Annie Leibovitz

domingo, octubre 15, 2006

No me des tormento


No me des tormento,
que mi alma está quebradiza por momentos
y mis suspiros encedidos por el desaliento.
Por eso te lo ruego,
por favor,
no me des tormento.

Serie ESPACIOS VACÍOS
Imagen: Tears de Man Ray

sábado, octubre 14, 2006

Lánzate.

Estaba sorprendida. Nunca imaginé llegar tan lejos. Por primera vez en la vida había conseguido acallar por un momento esa voz insistente que salía de mi cabeza y que me gritaba PIENSA en todo momento.
Quieta y silenciosa mientras mis ideas giraban entorno a mi cuerpo vi su mano frente a mi rostro. El agua de la piscina permanecía estancada y reluciente ante mis ojos, reflejando tímidamente un cálido sol de otoño.
La mano me indicaba que me acercara pero mis miembros no acertaban a generar ningún movimiento. Entonces la voz volvió con más fuerza gritándome ES UNA LOCURA ¿POR QUÉ LO HACES? y mis labios tímidos replicaron que no. Una mirada que era un por qué obtuve como única contestación.

Me estoy perdiendo. No, nos estamos perdiendo juntos, no tengas miedo. La voz se quedó muda de repente y asiendo su mano me acerqué al borde de la piscina. No hizo falta hablar, no fue necesario ningún gesto para que nos lanzásemos al unísono. El agua fría de octubre cubrió todo mi cuerpo fluyendo a mi alrededor, acallando mis pensamientos y otorgándome una inesperada sensación de libertad. Recuperé la conciencia de mis músculos que comenzaron a moverse inquietos para proporcionar un poco de calor a mis venas. Entonces lo vi, callado, mirándome fijamente. Antes de que él se acercara a mí de nuevo, nadando sinuoso, mi último pensamiento fue "un momento de felicidad bien vale una pulmonía".


Serie LA VIDA EN UN INSTANTE.
Imagen: David Hockney "The bigger splash"