jueves, agosto 10, 2006

Cuando te vayas.

Cuando te vayas, no dejes la puerta entornada.
Cierra con un portazo, fuerte y sonoro, para que despierte de golpe y vea que ya no estás aquí.
No dejes resquicio abierto, que ocupe mi mirada y aliente mi esperanza de que un día volverás.

Cuando te vayas, no dejes nada sobre la mesa.
Que la ausencia de ti todo lo cubra, que no haya nada que me recuerde a los tiempos pasados ni a la felicidad esquiva que contigo se marchó.

Cuando te vayas, no me beses, ni una sola vez.
Permíteme odiarte lo suficiente para que tu imagen se diluya en el olvido, para que estas heridas no me duelan tanto, para poder volver a convivir con mi hueca soledad.

Cuando te vayas, llévate contigo tu olor a perfume y a tabaco.
Que mis sentidos vuelvan a apagarse, que nada excite mi cuerpo más que mis manos cansadas y las imágenes desgastadas de mi retina de un cuerpo anónimo desnudo.


Cuando te vayas, hazlo por la misma puerta por la que ahora entras.
Porque posiblemente tú no lo sabes pero, aunque acabas de llegar, tu estancia será breve pero tu ausencia eterna.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Duro pero quizá necesario. A veces romper con todo nos insensibiliza contra profundos dolores. Los más fuertes. Los del alma.

Un beso más