miércoles, mayo 13, 2009

Relaciones tóxicas


Vivió su infancia en una torre de marfil, ajena a los horrores del mundo, ignorando la existencia de la decrepitud y de los olores nauseabundos que se escapan por los desagües de cualquier vida por acomodada que ésta sea. Cualquier psicoanalista diría que ésta fue la causa de que cuando llegó a la adolescencia se volviera loca por los chicos malos. La maldad es un término relativo, sobretodo a esas edades, pudiendo oscilar entre la rebeldía y la estupidez.
Relativo hasta que llegó él, maldad pura directa a la vena diluida en sangre y cocaína. Agarrada a su mano se adentró en las profundidades de la noche, conociendo sus sombras y saboreando los vértices del vicio y la locura. Aunque le prefería limpio con la mente lúcida y la sonrisa transparente tampoco se podía negar a él cuando venía envuelto en nieve y humo, obsceno y malencarado.
Ella jugó con fuego y tardaron en cicatrizar las quemaduras tras ese irreparable día en el que él la saco de su vida arrastrándola del pelo mientras escupía veneno por su boca.

Muchos años después, casualidades, se lo encontraría. Ella caminaba con paso firme y él se resguardaba en una portería. No le costó reconocerlo, pero no era él. Era un fantasma de quien ella recordaba, rostro cadavérico y piel tatuada. En sus ojos se intuía la sombra de un largo encierro.
El nombre de ella sonó a humo en su voz desgastada. Ella, sin quererlo aminoró el paso pero no se detuvo.
Volvió a sonar su nombre, esta vez sin interrogantes. No le fue difícil mirar para otro lado y decirle que no le conocía de nada. Su aliento sonaba a súplica, y ella finalmente se giró, no te conozco, no me gusta la mierda ni para pisarla.
Zorra.
A pesar del desgaste y del sufrimiento él mantenía esa mirada magnética que como un imán le había arrastrado en tantas ocasiones. Ella sonrió, no parecía enfadada. En ese breve instante él fantaseó con la piedad que suscitan los imposibles, esa piedad que desemboca en la última voluntad que se concede a un reo antes de morir. Él recordó involuntariamente el sabor dulce de la chica que conoció.
Zorra no. Hija de puta. Pero eso sólo te lo debo a ti.

Ella se giró sobre sus talones y con paso firme no volvió a mirar a su pasado. Sintió un resabor amargo en su paladar. Cuando el agua me mezcla con la suciedad se corrompe y nunca más vuelve a ser pura.

Texto: Ilsa Grant serie Espacios Vacíos.
Imagen: Bruce Davidson
BSO:
http://www.goear.com/listen/2167682/lucha-de-gigantes-nacha-pop

** Ayer me cayó un lágrima por Antonio Vega. Un día raro, sin duda... espero que descanse.

lunes, mayo 11, 2009

PROPORCIONES AUREAS


Querido diario,

Hoy nuestro Adonis nos ha abandonado.

Era algo que ya habíamos comentado en alguna ocasión, pero no por ello resulta menos desalentador. La esperanza siempre siembra en nuestra vida de ilusión y mantiene la espera de lo imposible y de lo que no ha de llegar. Si ningún ser humano es inmune a ello yo lo soy menos, él más mortal y terrenal de todos los que me rodean.

Mariví al enterarse ha convocado una reunión de claustro, y ha venido el equipo de crisis en pleno a animarme la velada. Yo hubiera preferido vivir mi primera noche de luto marital en solitario pero me han dejado opción alguna. Al menos han venido acompañados de un maravilloso Ribera del Duero, que nos ha ayudado a ahogar las penas de un modo sofisticado. Mariví se ha despachado a gusto con mi niño, tachándolo de caprichoso y de interesado. No se lo tengo en cuenta, es su cariño por mí el que le ha motivado, aunque ha estado excesiva en sus comentarios. Ha habido un momento en el que he tenido que salir en su defensa. Mis amigos me han mirado incrédulos, creo que por un momento han sentido pena de mí. Déjalos que piensen lo que quieran.

Se ha ido sin decir nada, sin una palabra de despedida ni un beso, ni esa última mirada que uno guarda para el recuerdo. Eso es lo único que puedo reprocharle, la cobardía de su huída. No creo merecer ese trato.

Por el resto, no he sido mejor que él en esta historia condenada a extinguirse antes de empezar. Él ha disfrutado de mi trato complaciente y de mis regalos, sin duda, pero yo he sido tan egoísta con él como él lo ha sido conmigo. Yo he sido generoso con sus caprichos pero él a cambio me ha regalado su juventud, su alegría, su rostro cincelado, su cuerpo esbelto y perfecto. Voy a echar en falta su belleza dolorosa, como la de esas esculturas griegas que tanto adoro. Que equivocados están mis amigos querido diario, tú y yo lo sabemos. ¿Soy yo mejor que él que se entregó por disfrutar de mi estilo de vida y mi dinero? ¿Acaso hubiera yo compartido algo mío con él si hubiera sido feo, mediocre o viejo? Nunca se ha de olvidar que si nada es eterno, la belleza y la juventud son los regalos más volátiles y etéreos que hay en esta vida hay que disfrutarlos mientras se posan a tu lado y luego dejarlos libres de nuevo.

Es un dolor momentáneo el que siento, no es amor, no había cimientos para ello. Sólo puro capricho, fatuo deseo. Mañana me levantaré con una bonita resaca por los viejos tiempos, decepcionado por ver mi cama vacía y alegre por saber que tengo unos amigos que son una familia.

Si algo tiene de bueno el hacerse viejo es hacer que uno disfrute más del vuelo y se preocupe menos de la caída.

Texto: Ilsa Grant
Imagen: Celta Moribundo (autor desconocido)


Lord Byron escibió sobre esta escultura:

"Veo ante mí al gladiador yacente: se apoya en su mano;
su ceño virilacepta la muerte, pero vence a la agonía,
su inclinada cabeza se hunde poco a poco, y,
a través de su costado, las últimas gotas,
fluyendo lentamente de la roja llaga, caen pesadas, una a una,
como al comienzo de una tormenta".

viernes, mayo 08, 2009

Alicia - El encuentro




Mis defensas todavía estaban alerta, aunque con el paso de las horas amenazaban con olvidar todo lo sucedido y recapitular para disfrutar plenamente de la encendida conversación que los dos estábamos manteniendo. De repente su cara se ensombreció, como si una nube gris hubiera pasado por delante de sus ojos, moderó su voy y acomodándose en su sillón me sugirió que quizás era hora de irnos. Este cambio brusco en su actitud me desconcertó al tiempo me que puso los pies sobre la tierra de golpe. ¿En qué estaba pensando? ¿Qué pensaba que iba a suceder? Serás idiota, pensé.
Tras pagar las copas, sin permitir que yo le invitara, caminábamos por la calle cuando se ofreció a llevarme en coche a casa. Denegué la invitación ya que no me sentía cómoda en esa nueva situación y no estaba con ánimos de tener que hablar de trivialidades para completar el camino de vuelta a casa. Necesitaba alejarme de su presencia para poder relajarme y comprender lo que había sucedido. Unos pasos más adelante se detuvo al tiempo que señalaba su coche. Yo me acerqué con intención de despedirme y de salir apresuradamente en dirección contraria, pero no fue hasta ese momento que vi las luces del tren que se acercaba a mí velozmente dispuesto a arrollarme, en el mismo instante en que sin mediar palabra alguna él me agarró del cuello y la cintura y llevó mi cuerpo junto al suyo. Por un momento me quedé helada e inmóvil, segundos que él aprovechó para besarme de un modo intenso y algo violento. Mi primera reacción fue apartarle y él separó su cara lo suficiente para que sus ojos se clavaran en los míos como un cuchillo haciendo que todo mi cuerpo temblara. Acerté a increparle indignada, y creo que llegué a insultarle aunque mi gesto no le amedrentó en absoluto. Chisteó poniéndome un dedo sobre mi boca y aunque mi mente me gritaba para que bajase la barrera para evitar que el tren nos arrollara, mi cuerpo era incapaz de moverse ni mi boca de emitir sonido alguno mientras él recorría mi cuello con su boca.
Cuando me llevó contra la pared, me sabía perdida, mientras intercambiábamos nuestras salivas sin conseguir ninguno que el otro dejase de estar sediento. Sus manos registraban mi cuerpo buscando los resortes con los que lograr un gemido aprobatorio. Otra nube gris, pensé, cuando él se separó bruscamente de mí y me tendió la mano. Seguía sin confiar en él, cada célula de mi cuerpo lo sabía, pero no dudé en ningún momento en extender la mía y seguirle como una dócil presa.

No comprendí porqué me llevó a un hotel de cuatro estrellas sabiendo que su piso no debía de quedar lejos de allí. Cuando le pregunté me dijo con voz serena y firme que no me preocupara, que aunque yo lo ignoraba, él sabía lo que a mí me gustaba. Y sin admitir más réplica me llevó hasta la recepción y me hizo que me sentara mientras él se acercaba en el mostrador. Allí sentada mirando a mi alrededor volví a reparar en mis Converse rojas y algo desgastadas que contrastaban de un modo chillón con el suelo de reluciente mármol. Por un momento pensé en levantarme y decirle que todo esto era un error. ¿Qué hacía yo en un lugar como ése junto con un hombre que hasta un par de horas antes consideraba un esnob redomado? Pero mis defensas ya habían claudicado y dormían adormecidas en algún rincón de mi ser y mi excitación doblegaba a mi pensamiento que apenas oponía resistencia difuminándose por momentos. Me levanté cuando llegó a mi lado y volvió a darme la mano casi con un gesto paternal lo que hizo que sintiera un escalofrío por toda la espalda. Me condujo hasta el ascensor y una vez las puertas se cerraron sus manos me aprisionaron sin previo aviso, una apretando fuerte a la mía que le agarraba y la otra directa a mi entrepierna.

La puerta se cerró tras nosotros, convertidos ya en una maraña de brazos y piernas que se entremezclaban sin orden previo. Mi corazón latía sin descanso de tal modo que parecía que no iba a dar abasto a suministrar sangre a todas las partes de mi cuerpo. Me separó lentamente, pidiéndome calma. Por un momento me sentí desconcertada pero al ver su sonrisa tuve la certeza de que estaba jugando y el juego no había hecho más que comenzar.


(PARA LOS QUE VIENEN DEL FOTOLOG EL RELATO SIGUE AQUÍ...)


La luz de la lámpara de pie iluminaba tenue toda la estancia, él con sus movimientos iba marcándome los pasos. Cogió mi bolso y me quitó lentamente la chaqueta. Yo hice lo propio con la suya, pero al intentar desabrochar un botón de su camisa cogió mi manos entre las suyas, con suavidad pero con firmeza y me hizo un gesto negativo. Yo mando. Mientras nos besábamos paso la mano por mi pelo y deshizo la coleta en la que lo tenía recogido. Entrelazó sus dedos entre mi pelo y con gesto firme me movía la cabeza para acercarla a sus labios o separarlos a su antojo mientras que con la otra mano inspeccionaba mi cuerpo palmo a palmo por encima de la ropa.
Tocaron a la puerta y me sobresalté. No te preocupes, mientras yo abro, quítate las zapatillas y los calcetines. Pero sólo eso.
En ése momento me acordé de nuevo de las zapatillas. Putas Converse, pensé.
Volvió con una botella de cava y una copa, la otra la había dejado boca a bajo en la entrada. No hacía falta pensar demasiado para entender que aquello no era una cita romántica y que no pretendía brindar conmigo. Sirvió el cava, bebió un trago y sin ofrecerme dejó la copa a un lado y volvió a acercarse a mí. Mírame a los ojos. Me fue desnudando poco a poco y si mi mirada caía al suelo o se perdía en algún rincón de la habitación dejándose llevar por sus caricias él de inmediato me levantaba la barbilla y me ordenaba que le mirase. Tan sólo unas braguitas salvaban a mi cuerpo de la total desnudez cuando me hizo tumbarme sobre la cama. Mírame. A los ojos. Sólo hablaba para ordenarme con voz templada, mientras con su mirada fija se quitaba la camisa, los zapatos y los calcetines.

Así me abordó con violencia, disfrutando de mis inútiles movimientos para zafarme de él. Pórtate bien, me decía al oído mientras intercalaba besos y mordiscos por mi cuello y por mi pecho. Con sus manos agarraba las mías y sus piernas hacían presión para inmovilizarme. Yo mientras tanto me quejaba de un modo poco convincente. De su bolsillo sacó algo que no pude reconocer hasta que lo tuve entrelazando mis muñecas. Con una habilidad espasmosa ató mis manos con su corbata al cabezal de la cama. El efecto de los gin tonics y la excitación me nublaban la mente pero cuando me vi atada mientras él se levantaba y terminaba de desnudarse sin dejar de mirarme a los ojos, intentando inspeccionar mi alma, intentando descubrir lo que estaba pensando en ese momento, fue entonces cuando tuve la certeza de que sabía más de mi pasado de lo que yo hubiera podido imaginar.
¿cómo coño sabes..?
No hables, no lo estropees. Ya te lo he dicho, sé lo que te gusta. De cómo me he enterado ya da igual...

No sé cuanto tiempo estuve atada ni como consiguió que perdiese la noción del tiempo. Jugaba conmigo hasta llevarme al límite pero siempre paraba antes de que llegase al o
rgasmo. Entonces se separaba de mí, se levantaba y me daba un par de tragos de cava levantándome la cabeza para que bebiera y me acercaba el cigarro para que le diese un par de caladas, y en cuanto mi respiración se tranquilizaba volvía a mí, para jugar conmigo y hacerme sufrir hasta el deliete. Luego volvía parar, hasta que me calmaba para volver a empezar de nuevo. Cada vez que paraba yo me retorcía y el disfrutaba viendo mi ansiedad, mis ganas y mi desesperación. Aprovechaba mi indefensión para disfrutar con mi boca o con cualquier otra parte de mi cuerpo. No sé cuanto tiempo había transcurrido pero yo ya estaba al borde del agotamiento, cuando se tumbó sobre mí me desató y sin previo aviso me penetró de un modo definitivo.
Mis uñas se clavaron en su espalda, y no sé como no vinieron a llamarnos la atención, porque estoy segura de que mis gritos se oyeron en las habitaciones contiguas.
Lo siguiente que recuerdo fue un plácido sueño.

A la mañana siguiente al despertar me encontré sola en la cama revuelta. Recuerdo la indignación que sentí al darme cuenta que se había ido sin decirme nada, dejándome tirada en esa habitación de hotel. Entonces vi su nota escrita sobre la mesilla.
“He tenido que marcharme, un imprevisto. Puedes pedir que te traigan el desayuno, está pagado. Nos vemos, pronto. Un beso”
Él siempre que daba un azote lo suavizaba después con un beso, era su manera de actuar, pero eso lo aprendería más adelante.

Texto: Ilsa Grant – Fragmento de “Alicia Encadenada”
Imagen: Bill Brant
BSO: http://www.goear.com/listen/4dc879b/Last-tango-in-paris-Gotan-Project