lunes, septiembre 18, 2006

Los ladrones del destino.


Cuenta la leyenda, que hace miles de años cuando las fuerzas del bien y del mal empezaron su eterna batalla se crearon unos libros sagrados que se depositaron en manos de los seres más sabios que habitaban la tierra. Los seres malignos en principio se dedicaban a producir enfermedad, tragedia y muerte sobre la faz de la tierra. Luego lograron algo mucho más peligroso y sombrío: avivar las semillas del odio, la envida y la avaricia en los seres humanos. Entonces se decidió crear los libros, para así poder contrarrestar el poder de los oscuros que iba creciendo por momentos. La importancia de los mismos, era que en ellos se escribía el destino de los seres humanos.

Existían un par de centenares de libros, donde cabía el pasado, presente y futuro de multitud de personas. Los guardianes eran también los que escribían las el devenir de los humanos. De entre todos ellos se escogió al más sabio como Supremo Guardián, al que el resto consultaban en busca de soluciones justas o resolver dudas sobre la escritura de los destinos. Estaban obligados a definir la vida futura de los humanos que se les ecomendaba marcando un hechos significativos por los que tenían que pasar. El resto era dejado en manos de los mortales. El Supremo Guardián velaba porque los escribanos fueran lo más justos posible con los humanos e intentar compensar las injusticias, en la medida de lo posible, de un mundo imperfecto aunque esto último no siempre era posible. Aunque el Supremo era sabio y magnánimo, tenía una pequeña debilidad: castigar a los humanos que no creían en el destino haciéndoles su camino ligeramente más empedrado o demorándoles sus logros para ver si así finalmente se daban cuenta de que aunque no quisieran todo estaba escrito.

Aunque los libros eran celosamente custodiados por los elegidos un día sucedió algo terrible: tres de los ejemplares desaparecieron. Todos los guardianes se convocaron en una junta. ¿Cómo era posible que se hubieran esfumado? No tardaron mucho tiempo en descubrir que algunos mercenarios de la oscuridad los habían robado y se habían dedicado "reescribir " el destino de los humanos para encaminarlos hacia sus propósitos. Aunque los guardianes cada día ponían más de su celo en guardarlos, otros ejemplares desaparecieron. El pánico cundió entre ellos cuando el Supremo reconoció que el suyo tampoco estaba. Él como siempre estaba escribiendo en unas hojas el trayecto de las personas a su cargo antes de pasarlas al libro mágico, ya que una vez que se escribía no era correcto modificarlo porque podía afectar a los destinos que escribían otros guardianes. Al finalizar su tarea se dio cuenta de que el libro no estaba en su sitio. Cuando la junta de vigilantes se enteró saltó la alarma definitiva.

Estuvieron muchos días reunidos pero no lograron encontrar solución. Buscaron los libros por todas partes, pero los mercenarios en el caso de ser descubiertos preferían quemar ejemplares antes de que volviesen a caer en las manos de los guardianes. Pasaron los meses y la situación se hacía cada vez más insostenible, y el Supremo Guardián ya no dormía pensando en que podían hacer, ya que los seres superiores ni siquiera podían ayudarles ya que ellos estaban enzarzados en otras batallas más complejas. Una noche meditando casi al borde de la locura el Supremo se tropezó con algo que sobresalía de colchón. Con ojos de sorpresa descubrió su libro intacto. A pesar de su sabiduría el Supremo comenzaba a tener pequeños despistes debido a su edad, y no recordó que una noche releyéndolo y pensando en lo que iba a escribir se lo llevo a la cama y lo guardó bajo su colchón para que estuviera más seguro.

El Supremo Guardián lo cogió y al abrilo sorprendido vio que había hojas que él nunca llegó a escribir. Los humanos no dejaron de vivir a pesar de que él no escribiera su historia, eso ya lo sabía, pero con sus acciones el libro si se iba escribiendo sólo. Entonces fue a consultar sus apuntes y descubrió con sorpresa, que aquellos que él "castigaba" por no creer en el destino haciéndoles esforzarse el doble habían logrado más éxitos y felicidad en mucho menos tiempo que aquellos que sí creían. Y leyendo sus historias se dió cuenta que sus vidas a pesar de no haber sido tuteladas por alguien tan sabio como él tampoco habían sido tan horrendas.
Al día siguiente se convocó una reunión extraordinaria de los guardianes. Cada uno de ellos tuvo que ir con su correspondiente libro. Algunos pensaron que el Supremo estaba loco ya que si los mercenarios descubriesen esa reunión tendrían todos los libros juntos para poder hacerse con ellos, y sería el fin. Así se lo plantearon los guardianes en dicha reunión, todos ellos muy alterados y disgustados por la actitud de su cabecilla hasta que él puso orden. Les hizo callar y les explicó que había encontrado la solución a su problema: quemar todos los libros. Se oyó un murmullo de sorpresa y tras ello empezaron los gritos de protesta. Haciendo uso de su cargo logro hacer silencio de nuevo y les explicó. Los libros podían caer en malas manos en cualquier momento, y la vida de los humanos se estaba haciendo cada vez más oscura debido a los que los mercenarios ya tenían en su poder. Era preferible quemarlos ahora que estaban a tiempo y dejar que los propios humanos decidiesen el transcurrir de su vida. Les explicó lo descubierto con sus notas y sobre la conducta humana. Como era un consejo de sabios, y a pesar de que les llevó largas hora de discusión, finalmente lograron llegar a un acuerdo. Decidieron que la propuesta del Supremo Guardián era la más acertada. Así todos los libros que estaban en sus manos fueron quemados esa misma noche.

Desde entonces el ser humano adquirió la capacidad de crearse un destino escrito a diario y de manera autobiográfica.

Cuadro de Friedrich " Traveller above a Sea of Clouds"

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ojalá hubieran llegado a quemar todos los libros, porque creo que se dejaron muchos en la biblioteca perdida o se los llevaron los mercenarios malignos. Así está el mundo, al completo de vagos llenitos de comodidades.

Gracias, Ilsa, por historias como esta. De las mejorcitas. Y por tus visitas, que siempre son alentadoras.

Y cómo no, todo un placer encontrarnos entre el furor de la fiesta. Recuerdo lo de la lista, dame tiempo y la tendrás.

Un fuerte beso