miércoles, octubre 04, 2006

Suerte



Hay quien asevera que la suerte no es importante en la vida. Otros afirman que la suerte es algo que se busca. Para Rosa la suerte es algo aleatorio, caprichoso y desconocido. Juegas con las cartas que tocan, a veces tienes la oportunidad de remontar una mala partida, pero otras no te queda más opción que descartarte directamente y abandonar a la primera. Para ella no era otra cosa que mala suerte el que cuando ella tenía sólo 20 años su madre fuera una anciana de 45 anclada a una silla de ruedas y, como la vida siempre puede reírse un poco más de nosotros, que con 22 años pasara a tener a un bebé adulto que no podía ni siquiera comer por sí mismo.

Nunca olvidaría el olor de su madre convaleciente en la cama. Cuando entraba en su habitación sus sentidos se topaban con un muro olor, una mezcla a partes iguales de fragancia caduca de medicamentos y esencia de jazmín. Su padre se encargaba de que nunca le faltase el perfume a su madre. También se dedicaba a supervisar de que religiosamente fuera una peluquera todas las semanas a arreglarle el pelo a su mujer. Incluso, hubo veces, que se empeñó en que la maquillara en un último esfuerzo para poder recordar la belleza perdida de la chica de la que se enamoró un día dos décadas atrás, hasta que Rosa le pidió llorando que no lo hiciera, ya que no soportaba ver a su madre pintada como una muñeca de porcelana demacrada y retorcida. Ésa fue la única concesión que su padre hizo nunca con respecto a su mujer. El padre de Rosa todas las noches cuando llegaba del taller se sentaba a cenar en una mesa junto a la cama de su mujer mientras le hablaba sin cesar. Mantenía un diálogo con un ser atrapado en el silencio, pero a él no parecía importarle. Cuando tomaba una decisión siempre hablaba de nosotros y de hemos decidido. Rosa no era capaz de concebir una imagen más bella que la de su padre recostado sobre la cama lavando suave y cariñosamente a su esposa con una delicadeza que contrastaba con sus manos toscas y sus uñas teñidas de negro por la grasa. Era una escena que le llenaba de felicidad y de temor al mismo tiempo, ya que sospechaba que ese amor inmortal que su padre profesaba hacia su madre se iba convirtiendo día a día en una obsesión. Ella nunca le reprochó que fuera mejor marido que padre, e incluso llegó a desear secretamente que se fijara en cualquier otra mujer y que saliese de ese micromundo de fantasía que había creado de puertas para dentro de su casa, pero nunca sucedió. Su padre nunca tuvo ojos para nadie más que no fuera su linda novia.

La bajada en la escalera de la fortuna no tiene fin hasta que no llegas al mismísimo infierno, y ella comenzó un descenso en picado conforme la obsesión de su padre iba creciendo. Cuando su madre empeoró Rosa, sin quererlo, empezó a hacer planes de un modo involuntario. Por grande que fuera el dolor que sentía y a pesar de su voluntad, su imaginación se escapaba de las cadenas que ella soldaba, volando libremente hacia caminos desconocidos. La pérdida de unos es la ganancia de otros. Conforme la vida de su madre se iba apagando, las ilusiones de ella iban rebrotando. Día a día comenzó una lucha interna en la que el sentimiento de culpabilidad todo lo envolvía, al despuntar destellos de esperanza alimentados por la agonía de quien le dio la vida.

A veces, Rosa piensa en lo difícil que podría llegar a ser la vida con un ser que depende de ti emocionalmente después de que éste haya perdido lo que más quería en su vida. Lo piensa pero no lo llegará a saber nunca ya que su padre no le permitió vivir encadenada a otro ser dependiente. Y mientras todo el mundo le mira con cara de lástima en un funeral doble, ella se siente culpable al pensar que a lo mejor toda la mala suerte de su pasado puede que se convierta en la fortuna de su futuro.

Serie ESPACIOS VACÍOS

Imagen realizada por Jore.

Podéis ver una muestra de sus trabajos en : www.fotolog.com/liberatore

2 comentarios:

Anónimo dijo...

para que conste que he estado aqui! jejeje soy sergio

Anónimo dijo...

Hermoso.

Raúl